Las autorizaciones generalizadas al uso recreativo del cannabis en Estados Unidos preocupan a un sector de la comunidad científica, dados los efectos nocivos de la sustancia sobre niños y embarazadas. Veintitrés de los 50 estados de ese país ya dieron luz verde a la legalización.
El cannabis altera la calibración de la actividad neuronal, lo que puede perjudicar a un cerebro en desarrollo, incluyendo futuros problemas de salud mental. Su uso se ha asociado a la esquizofrenia en adolescentes, recuerda una investigación de la revista Science.
El cannabis no es la nueva soja
En 2019, un estudio encontró que el 7% de las mujeres de 12 a 44 años reconocían usar cannabis estando embarazadas, cifra que se había duplicado hace seis años. El feto está inevitablemente expuesto, ya que el psicoactivo THC pasa fácilmente de la placenta al cerebro del bebé.
Por otra parte, la disponibilidad creciente de la droga hace que los menores la consigan en sus hogares, o usen documentos falsos para obtenerla en los dispensarios de venta libre.
Los adultos no solo tienen más herramientas para usarla de forma segura, sino que también enfrentan menores riesgos de salud, ya que los efectos sobre la memoria, el estado de ánimo y el sueño tienden a menguar cuando el consumo se discontinúa.
A pesar de las alarmas, la neurocientífica Yasmin Hurd aclara que no está a favor de derogar la legalización, ya que criminalizar la posesión conlleva riesgos adicionales para las poblaciones desfavorecidas, más afectadas por los regímenes habituales de encierro y con menos chances de recibir tratamientos efectivos.
La científica sugiere, en cambio, que las regulaciones deberían enfocarse en limitar la potencia del cannabis. También propone que los impuestos recaudados por la venta legal se destinen a programas educativos sobre los riesgos y al tratamiento de las personas perjudicadas por el consumo.
